“BIEN
COMÚN: Dícese de lo que se benefician todos o funciona de manera que beneficia
a todas las personas. BIEN (apropiado, adecuado, conforme, bueno, favor,
merced, gracia, don, ayuda). COMÚN (ordinario, usual, habitual, frecuente,
general, universal)”.
Con
esta declaración descrita en la gacetilla de prensa, el diseñador Pablo
Ramírez permitió a nuestra imaginación
poder intuir las piezas que veríamos en su desfile, el cual marcó el cierre de
la jornada de la quinta edición del Designers Look Buenos Aires, celebrado en
el Tattersall de Palermo. Perceptible agitamiento colectivo dentro del recinto.
Un ir y venir de camarógrafos, fotógrafos, al parecer gente importante para los medios. Todos
intentando captar un momento, una imagen.
De
repente, una voz en tono solemne recitando una oración donde le agradecía a
diferentes géneros textiles, introducción lúdica que describió los materiales
aliados que ayudan a los maestros del corte a materializar sus creaciones.
Con
un juego de luces simulando una ficha de dominó, aparecieron modelos vestidas a
blanco y negro; tonos opuestos, antónimos;
representantes de la ausencia y presencia de luz, paleta acromática
insigne del diseñador.
Un
vaivén de tipologías clásicas, los llamados “básicos”; camisa blanca, el
smoking, el trench, la capa, el indispensable vestido negro, prendas aliadas,
justas y necesarias, siempre predispuestas a salvar ocasiones diversas, útiles
al momento de sobrellevar el día a día, ideadas para una mujer que valora la
practicidad por encima de la extravagancia; comodidad, esa cualidad que tanto
costó cristalizar y trasladar al rubro de la indumentaria femenina para deleite
y libertad nuestra.
Una
estética eclesiástica, evocando vestimentas sacerdotales, cortes limpios, ausencia
de decorados, camisas y blusas con cuellos redondos para un aire aniñado, faldas
en A, tipo lápiz, pantalones de corte entallado y lánguido, sastrería adaptada
al cuerpo femenino, tejidos opacos y brillantes, ayudaron a construir este
discurso visual arraigado en el minimalismo y cierta nostalgia por los años 50,
discurso en el cual la precisión de los cortes y la nobleza de las telas fueron
los protagonistas.
En
un mundo cargado de imágenes es difícil que algo nos sorprenda y pueda
perpetuarse en nuestra memoria, proponer el silencio como contracorriente a lo
establecido resulta pertinente en estos tiempos de saturación, de lo
extravagante, del exceso de información.
Esto, en el lenguaje de la indumentaria,
puede traducirse a un estilo en el cual el individuo es el protagonista de sus
vestidos, enfatizar al ser, nos permite poder ver a la persona, evitando
ocultarla tras capas de colores, texturas, estampados y demás recursos de la
confección. “Lo que ves es lo que hay, lo que ves es lo que es”. Es así como
Pablo Ramírez demuestra ser fiel a este mandato.