Lo Que Nos Pasa Con El Cuerpo


Por: Sasha Santamaría




Uno de los temas que abraza la moda es el cuerpo. Si revisamos su historia, podemos ver cómo en determinadas épocas surgieron diferentes siluetas que encarnaban el ideal de belleza de diferentes momentos. Recordemos a la figura aniñada y delicada de Twiggy que reinó en los años sesentas o los cuerpos curvilíneos y exuberantes de las estrellas del cine de los cincuenta como Sophia Loren o Brigitte Bardot. Son algunos ejemplos de lo que en algún momento era visto como el “cuerpo ideal”, así como en la actualidad el modelo aspiracional parece ser la figura musculosa cultivada a la manera de la histeria fitness.

Últimamente, he venido preguntándome el por qué el tema del cuerpo es  un asunto que afecta y preocupa a la mayoría de mujeres, al punto que puede llegar a afectar su seguridad y autoestima, como si fuese una prioridad de vida o muerte.
Digo esto porque recuerdo que hace un par de años, en un taller de Asesoramiento de Imagen nos pidieron que hablemos de lo que más nos gusta de nuestro cuerpo y escuchando las respuestas de mis compañeras quedé sorprendida.

La mayoría, sin dudarlo, se enfocó en describir todo aquello que le desagrada. “Quisiera tener las piernas más largas” “Mi nariz es muy grande” “Quisiera ser flaca” “Mis senos son muy pequeños, no me gustan”. En un instante, el lugar se inundó en un mar de quejas y disconformidad. Yo estaba asombrada por lo que escuchaba porque realmente a veces me cuesta entender cómo se le da importancia –demasiada- al tema del físico. Me refiero al nivel de importancia que percibo, porque no es una importancia sana, sensata, más bien, cercana a lo dañino y enfermizo; sobre todo me sorprendió porque la mayoría de mis compañeras eran mujeres  profesionales, madres y esposas, que parecían tener su vida resuelta, donde no hay espacio alguno para la inseguridad.

De repente, como caída del cielo y para dar un poco de luz a la situación, tomó la palabra mi compañera Cecilia, a quien tuve el gusto de conocer en ese taller. Es que la recuerdo con mucho cariño porque es de esas mujeres a quienes ves y te trasmiten tanta paz y elegancia. Esta fue su respuesta: “A mí me gusta todo de mí porque gracias a Dios tengo mis extremidades completas y estoy agradecida por ello”. Simple, pregnante, inteligente y conmovedora declaración. Nada más lindo que tener la oportunidad de e s c u c h a r mensajes agradables que te invitan a reflexionar, a reconsiderar tu punto de vista.

Y es que estimadxs, se culpa mucho a la moda por “imponer” cánones de belleza inalcanzables  y déjenme decirles que eso ha existido y existirá siempre y depende de uno decidir que esto afecte o no la mirada que tenemos de nosotros mismos. Hay que dejar de señalar culpables o de victimizarnos por lo que la moda “trata” de imponer, porque al final de alguna manera ella es un reflejo de aquello que deseamos y lo estamos viendo ahora con las campañas protagonizadas por “mujeres reales”. Y no porque una mujer sea naturalmente delgada tenemos que señalarla como anoréxica o porque tenga un cuerpo rollizo sufre de sobrepeso, simplemente son ellas, son sus cuerpos y todos son diferentes e igual de bellos sea cual sea su tipo.

Quizás, por qué en lugar de mirar tanto para afuera miramos para adentro, por qué no empezamos a entrenar nuestra confianza y empezamos a aceptar lo que somos y cultivamos otros aspectos mucho más vitales y perennes que el físico, y comenzamos a disponer nuestra energía en otras áreas de nuestra vida que en realidad lo merecen. Más apariencia con sustancia.

Feminismo, Blazers y Power Dressing


Por: Sasha Santamaría




Uno de los aspectos que más me fascinan y me cautivan de la moda, es que no se trata únicamente de un simple vestido, sino que es un espejo de lo que sucede en la sociedad. Por ello, no es casualidad que en este tiempo donde se habla mucho de feminismo y del empoderamiento de la mujer, la moda demuestra que ella también puede ser una aliada para acompañar/vestir esta causa –no está demás revisar la colección SS 2015 de Chanel-.

Así, estamos experimentado una vuelta al power dressing que colmó la moda femenina a fines de los ochentas. Sí, aquella época en donde las mujeres vestían con blazers de hombreras prominentes lo que las volvía visualmente intimidantes; su armadura para intentar conquistar los ámbitos laborales exclusivos de los hombres.

En esos años, la estrategia era vestirse como ellos para ingresar en aquellos espacios donde la participación de la mujer era escasamente permitida. Para visualizar este estilismo, podemos evocar la imagen de Margaret Thatcher ataviada en su clásico power suit.

Ahora, en este último tiempo donde la causa feminista ha tomado fuerza, la moda trae de vuelta este power dressing pero suavizado bajo la consigna del “utilitarismo femenino”; es decir, sastrería confortable pero femenina, destacando una de las piezas emblemáticas de este estilo: El blazer.

Decretado como una de las prendas de tendencia para esta temporada, el blazer parece ser la pieza de moda escogida para vestir el ánimo feminista de esta época y evidentemente, su practicidad y versatilidad son virtudes suficientes para designarle aquella distinción.

No hay un criterio o condición fija para vestirlo, va bien en cualquier momento del día y ocasión. Su logro es que permite que siempre estemos “bien vestidas”. Al menos así me hace sentir mi blazer favorito -uno negro de Esprit que conseguí en una tienda vintage-, siempre me salva y se adapta a todo; pasando por un look casual de jean y zapatos deportivos hasta vestidito negro y taconazos para la noche.

El único detalle para tomar en consideración al momento de adquirir uno es que sea lo suficientemente holgado –sobre todo en la parte de las mangas- para que no dificulte el movimiento. También hay que cuidar que el corte de la manga repose justo sobre la línea de la sisa -el corte que va sobre la axila-. El resto es pura imaginación.