Dior Couture 2016

   
Por: Sasha Santamaría
  

Los que estamos habituados a gratificarnos visualmente con la fantasía ensoñadora que propone la moda, sabemos que el legado que la casa Dior le ha otorgado es la reinvención de la estética de la alta costura. Fue en 2012, cuando Raf Simons catalogado como minimalista, asume el timón del atelier francés, presentando su manifiesto disruptivo que consistió en depurar y liberar a este rubro artesanal de la voluptuosidad de las formas y el exceso decorativo. Entonces, durante su mandato, vimos un despliegue de ensambles de cortes impecables colmados de una feminidad sutil y moderna, en correcta sintonía con el espíritu de la mujer de este tiempo, de la misma manera que el mismo Christian Dior lo hiciera en 1947 con su propuesta del nuevo look, apostando así al regreso de lo bello, de lo glamuroso, luego de un tiempo gris y de escasez patrocinado por la oscuridad de la guerra. Ambos intérpretes del sentir de la época que les tocó vivir. 
Bastaron apenas tres años para que Simons consolide aquel discurso que sería el estandarte de la nueva generación de la alta costura, aunque luego de su inesperada salida, Lucie Meier and Serge Ruffieux se encargaron de sostener y preservar aquella visión, la cual fue exaltada en la presentación de su último desfile, antes de ceder la posta creativa a Maria Grazia Chiuri, nombrada hace pocas semanas como nueva directora de la casa. 
De esta manera, la sensibilidad de la nueva alta costura brilló a través de la artesanalidad concentrada en la exquisitez de los bordados, los cuales aparecen sectorizados o dispersos sobre las prendas. Los plisados acompañan la volatilidad de faldas y las mangas se perfilan abullonadas. Los contornos angulosos propios de aquel new look se suavizan y se aplican con la reinterpretación de la chaqueta Bar y la falda en forma de corola. El estilismo se completa con sandalias planas porque Dior congenia con el confort, dinamismo y simplicidad que requiere la mujer de esta época.