Por: Sasha Santamaría
Izquierda: Bolso de la colección Primavera-Verano 2018 de Loewe. Derecha: Bolsos realizados por artesanos ecuatorianos. Autor: Marcelo Jaramillo Cisneros. |
Hace unos cuatro meses aproximadamente,
la escena del diseño ecuatoriano entró en controversia. El motivo: La presencia
de la figura conocida como “chismosas” adjudicada a la cultura indígena de los
Otavalos, en prendas y accesorios de la colección Primavera-Verano 2018 de la
marca española Loewe.
Pasó mucho tiempo para que
decidiera escribir este posteo ya que considero, se trata de un tema sensible y
quise informarme lo mejor posible, consultando la opinión de voces relativas a
este debate. Por ello, mi intención es aprovechar este espacio para que estos diversos puntos de vista puedan expresarse con el objetivo de conocer diferentes posturas, sin
pretender ser custodios de la verdad.
Recuerdo que cuando empecé a
estructurar mi investigación quería conocer en primera instancia la opinión de
un representante de esta comunidad. Para ello, decidí acudir a la
diseñadora Hilda Males, a quien tuve el gusto de entrevistar para conocer su marca Zhafra.
Esta es su opinión:
“Como diseñadora estoy clara acerca de los códigos que tiene un proceso
de diseño, o sea, la diferencia entre el artículo que nace como producto de una
inspiración o un acto de plagio y en estos diseños de LOEWE se evidencian lo
segundo en su totalidad, aparte tengo entendido que tampoco existe ningún
distintivo acreditando la raíz del diseño.
A través del tiempo, estos y otros símbolos iconográficos han pasado de
ser representativos a simples gráficas utilizadas por casas de moda donde
pierden el valor real de su significado. Por ejemplo, si productos con estos
motivos andinos llegasen a entrar a un mercado masivo en la industria de la
moda, se convierten en una tendencia, seguido de una producción que en el
camino pierde la memoria histórica, la esencia y la sensibilidad para cuando lleguen
a manos del consumidor.
Una artesanía pasa por un proceso único, irrepetible en
su forma, pero cuando se convierte en un producto de adquisición masiva, se
industrializa y su producción automáticamente pasa a manos de las
transnacionales. Es común escuchar entre
los mindalaes (comerciantes kichwas) la expresión de: “En tal país x, tal
artesanía x ya nos copiaron los chinos.” Y claro, ya sabemos lo que pasa una
vez que un producto es reproducido por la industria china, no? Personalmente no
siento ningún tipo de homenaje hacia mi cultura. Llevamos siglos siendo
saqueados: Primero han sido nuestro recursos naturales, y ahora ¿debemos
permitir esa continuidad con nuestros recursos intangibles?”.
Al igual que Claudia, veo en los
diseños de Loewe una reproducción casi literal de los objetos realizados por
los otavalos. De hecho, me parece increíble que la marca dirigida por J. W.
Anderson –quien ante mis ojos es uno de los diseñadores más creativos de estos
últimos años- no haya siquiera realizado una re significación de la forma del
bolso, que como podemos observar es similar a la que podemos adquirir en
cualquier feria artesanal de nuestro país y que seguramente usamos alguna vez
en nuestras vidas.
Sin embargo, a favor de Loewe,
según Anderson en una entrevista con la revista Vogue, declaró que la colección
se trata sobre una mujer viajera. Sabemos que los diseñadores se inspiran de lo
que ven, y quizás en algún momento en alguna ciudad, él o su equipo de diseño
vieron la postal de una mujer caminando con este bolso, como me sucedió en
diciembre del año pasado mientras paseaba por la ciudad de Buenos Aires. Por
otro lado, hay que considerar que la marca utilizó esta imagen de manera
respetuosa, ya que no ridiculiza o altera de forma inapropiada este dibujo
andino.
Aquí me permito hacer un alto,
siendo el motivo de la disputa el diseño “chismosas” que ilustra a una o varias
mujeres vestidas con traje tradicional indígena con un gran sombrero cubriendo
sus cabezas. Si bien es cierto, es un diseño que asociamos inmediatamente con
la cultura Otavalo y otros grupos indígenas de nuestro país, quienes serían los
perjudicados en esta polémica. Sin embargo, mientras investigaba, aparecieron
imágenes de este motivo bajo la etiqueta de países como Bolivia y Perú. En
vista de aquel descubrimiento, decidí recurrir a la opinión del diseñador
gráfico Alejandro Fiadone, (argentino dedicado a la recopilación de simbología
de los pueblos originarios de su país) y
del antropólogo Mario Sánchez Proaño (ecuatoriano residente en Argentina). Juntos emprendimos la tarea de intentar
acercarnos al origen de aquel motivo, asunto que no ha sido fácil puesto que la
información sobre el tema es escasa.
Para Sánchez: “Es clara la apropiación de una imagen
icónica que se reitera actualmente en los textiles imbabureños que se venden a
los turistas que muy probablemente no tenga registro formal ni beneficios
reconocidos a persona física o jurídica; esto sería difícil de concretar por la
dificultad de identificar a quien introdujo ese ícono al repertorio textil y al
grupo que hace uso del mismo en Imbabura. De todos modos, las figuras en
cuestión se incorporaron hace pocas décadas
con finalidades comerciales y no se corresponde a la tradición textil
imbabureña…”.
Por su parte, Fiadone expresa: “El sombrero de fieltro, al estilo de las
“chismosas”, fue usado por todas las comunidades andinas, desde Colombia hasta
el Norte de Chile y Noroeste de Argentina. El diseño no aparece en textiles
andinos prehispánicos; el sombrero en si es post conquista europea y el diseño,
por sus características (no son símbolos antiguos, sino una representación
realista) lo ubicaría como originado a mediados del Siglo XX, que es cuando las
comunidades indígenas, ante la pérdida de algunos valores iconográficos y la
necesidad de comercializar sus productos, comienzan a generar nuevos diseños,
representando escenas locales, sin carga simbólica, de resolución más sencilla
y ejecución más rápida para satisfacer el mercado turístico, mientras continúan
haciendo trabajos para su propio uso conservando la simbología tradicional”.
En resumen, hasta el momento, no
hemos encontrado algún documento que certifique que el ícono de las chismosas
sea de autoría de la comunidad otavaleña. Por esta razón, luego del
descubrimiento de este motivo en representaciones peruanas y bolivianas, podríamos
afirmar que se trata de un diseño compartido por las culturas indígenas
sudamericanas, como el caso de la alpaca que es común ver en abrigos de estos
países y que Dries Van Noten incorporó en su colección masculina de
Otoño/Invierno 2017-2018, por la cual recibió acusaciones de apropiación
cultural en su cuenta de Instagram por medio de comentarios como “Denle crédito
a la cultura peruana” o “Es un diseño boliviano”.
Abrigo de Dries Van Noten, colección Otoño-Invierno 2017-2018 Masculino. Fuente: Instagram |
Quizás entre nuestros artesanos existe una especie de “sintonía creativa”, por ello creo que aquellos
motivos son patrimonio de las culturas indígenas sudamericanas y al mismo
tiempo, patrimonio cultural mundial. Entonces estamos hablando de recursos
culturales, de referencias que inquietan, inspiran y alimentan la creatividad
de los diseñadores, sin importar su origen étnico y nacionalidad.
Por esta razón, resulta
complejo afirmar y distinguir cuando nos encontramos frente a un caso de apropiación o
apreciación cultural. Por ello, cuando se trata de un diseño con matices
étnicos, la recomendación siempre será comprar el producto directamente al artesano.
Por ejemplo, ahora que están de moda las cestas de mimbre, no le encuentro
sentido alguno acudir a una tienda de moda rápida para adquirir una de estas piezas,
teniendo modelos hermosos realizados por los artesanos de nuestra costa.
Por último, si la intención es
proteger el trabajo de nuestros artesanos y que este sea debidamente reconocido
a nivel mundial, pienso que deberíamos enfocar nuestra indignación frente a la errónea denominación
del sombrero “Panamá”, que tristemente, durante décadas y debido a su nombre,
se cree que es confeccionado en Panamá, siendo totalmente elaborado por manos de
artesanos ecuatorianos, negados del reconocimiento de su obra; resignados a la
tristeza de saber que su trabajo no lleva su nombre tal como lo expresa una
artesana en el documental “Las Tejedoras de Sigsig” de Libertad Gills. Creo que
esa es la gran y vergonzosa deuda que tenemos con ellos.