Una de las bases de nuestra
esencia femenina es la que está relacionada con el mundo de lo estético. Lo
decorativo, lo ornamentado, el cuidado, la belleza. En nuestra habitación,
tenemos un armario equipado con ropa que hemos escogido para encarar el día a
día, junto con zapatos que acompañaran nuestros pasos. En nuestro tocador,
tenemos un variado repertorio de envases llenos de aromas agradables: perfumes
y cremas florales, quizás porque nos gustan las flores y queremos de alguna
forma sentirlas siempre cerca. No podemos finalizar este inventario sin
mencionar al maquillaje. Coloreamos con mesura nuestros labios, mejillas y
ojos, porque nos reanima y marca el cierre de este solemne ritual diario que
nos deja listas para las actividades de nuestra vida. Pero no siempre fue así.
Esta conciencia de lo estético nos fue heredada.
¿Acaso recuerdan cómo se dio ese
primer contacto con este maravilloso universo objetual de lo cosmético? ¿De
quién aprendimos todo este protocolo de consentimiento, amor y cuidado propio?
Si cerramos los ojos por un momento e intentamos evocar nuestros primeros
recuerdos de infancia, aquellas ideas prematuras de lo que considerábamos
bello, seguramente, en una de esas escenas, aparece la imagen de nuestra madre
frente al espejo, con sus labios semi abiertos, coloreándolos habilidosamente
de rojo alegre, que luego quedaría fijado con cariño en nuestras mejillas. Su
cabello perfectamente arreglado, su cuello y sus orejas adornadas con perlas cual
reina del mar, su impecable traje de blusa y falda, bien planchado y almidonado
preparado para albergar los más suaves abrazos, sus zapatos de tacón alto que
la levantan y erigen como reina absoluta de su familia y de la vida que eligió
vivir. Al menos así recuerdo a la mía. Ella, nuestro primer referente visual de
lo femenino y de lo bello, la que tuvo el poder de influir con su feminidad a
la mujer que somos ahora.
Luego de este tiempo, quizás muchas son madres y quizás algunas no. Y como este tiempo es muy diferente a aquel que ahora vemos como lejano, podemos ver que el rol de madre es uno más de las diversas facetas que conforman el abanico de lo que significa ser mujer en esta época. Porque podemos ser madres pero también podemos ser estudiantes, profesionales, deportistas, altruistas, podemos ser esa mujer que quisimos ser siempre sin que ninguna de estas facetas predomine por encima de la otra y todas ellas pueden reflejarse a través de nuestro estilo. Sin embargo, muchas tareas cotidianas de ser madre demandan agilidad. Aquí el desafío es mantener el estilo priorizando comodidad y practicidad sin sacrificar nuestra apariencia.
Una opción segura es recurrir a los básicos, un lindo vestido, una camisa blanca impoluta, un jean de corte clásico, unas graciosas ballerinas, una falda que se mueva al ritmo de nuestro andar, un blazer de corte impecable, son piezas de vestir modestas pero significativas. Los accesorios serán encargados de acentuar nuestro conjunto. Un collar grande puede llenar el espacio entre el cuello de nuestra camisa o el escote de nuestra blusa, un cinturón que combine con nuestros zapatos, o simplemente un par de pequeños aretes de brillo o cristal, pueden ser el ensamble que nos permita pasar de una reunión escolar a nuestro ambiente laboral.
Qué si y qué no
Debemos recordar,
independientemente de la ocasión para la cual debemos prepararnos, vestirnos
para el cuerpo que tenemos. Por ello debemos identificar cuáles son los puntos
que podemos potenciar y los que debemos disimular. Cuando se llega a cierta
edad, entre las mujeres, una queja frecuente es acerca del ancho de los brazos
o de las caderas. Para el primer caso, podemos cubrir el brazo con vestidos o
blusas de mangas amplias, holgadas y con vuelos, tipo kimono o campana, de
tejidos suaves y livianos, no pesados porque agregan volumen y de largo total o
tres cuartos. En caso de las caderas, podemos suavizarlas utilizando piezas
inferiores desprovistas de detalles como tablones, pinzas, volados y frunces,
los pantalones deben ser de corte recto y las faldas deben ser al bies con
caída recta en telas livianas. Otro detalle a cuidar son los largos y los
escotes. En esta etapa, las minifaldas o micro shorts resultan inapropiados.
Maquillaje y peinado
Nuestro pelo y maquillaje siempre
serán aspectos importantes para acompañar nuestro estilo. Si nuestro día inicia
muy temprano en la mañana y se extiende hasta la noche, un maquillaje natural y
liviano nos permitirá sentirnos frescas. Sólo necesitamos resaltar nuestra
mirada con rímel y un poco de sombra luminosa. Mejillas y labios de tono suave.
Nuestro cabello, con un corte acorde a nuestras facciones, debe mostrarse
limpio y bien peinado.
Lo importante es que nuestra imagen sea la extensión material de la mujer que somos y que esta dualidad madre/mujer se vea reflejada en nuestra manera de vestirnos y adornarnos, que sea una manifestación de nuestra elegancia y un homenaje a las múltiples mujeres que decidimos ser.
*Texto escrito para Revista Estilo Pacificard (Ecuador), edición mayo 2015
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