Una Gran Decepción


Por: Sasha Santamaría




La historia que voy a contarles a continuación sucedió hace dos meses aproximadamente y pensé en aprovechar este espacio para contarlo. Resulta que decidí asistir a una charla convocada por una institución de aquí de Buenos Aires que siempre organiza conferencias acerca de moda. Esta en particular, era especial porque una de las expositoras es investigadora de una de las universidades de moda más prestigiosas y reconocidas a nivel mundial, la cual considero una voz líder y siempre estoy atenta a sus publicaciones y novedades.

Justamente, uno de los temas que se trató en la conferencia fue el diseño sustentable, un tema que como diseñadora últimamente me tiene inquieta, generándome interrogantes e ideas encontradas ya que para mí, el diseño sustentable está dirigido a cierto grupo de personas debido al elevado costo de sus productos. Esta idea surgió en un seminario sobre diseño sustentable y entre mis compañeros se originó un debate y sí, la mayoría coincidimos en que está destinado para cierto grupo de personas con cierto nivel adquisitivo y eso me hizo preguntar qué sucede con la gente que no puede acceder a ellos, por qué siempre lo mejor y de buena calidad está al alcance únicamente de unos pocos.

Entonces recuerdo mucho que le pregunté a mi profesor –quien escribe académicamente sobre sustentabilidad- qué reflexiones o estrategias se están pensando para desarrollar un diseño sustentable que esté realmente al alcance de todos. Me respondió amablemente que iba a considerar este punto para sus próximos escritos.
Volviendo al escenario de la conferencia, cuando llegó el momento de las preguntas, obviamente teniendo a una representante de la vanguardia académica del diseño sustentable, no podía dejar pasar mi oportunidad para hacerle la misma pregunta que le realicé a mi profesor.

No imaginan lo que fue ese momento, estaba demasiado nerviosa porque sabía que mi pregunta sería algo incomoda o quizás iba a quedar como una impertinente o como alguien demasiado inocente. Pero sabía que si no me atrevía a hacerlo iba a cargar con el peso de la cobardía por mucho tiempo, y dije ¡vamos! ¡nerviosa y todo pero hazlo! Entonces levanté la mano y me pasaron un micrófono -como para ponerle más presión al asunto-, respire y traté de sonar serena y elocuente pensando cada palabra procurando no sonar arrogante: “Hola buenos días, me gustaría hacer una pregunta pero sé que es una pregunta algo incomoda y si desea puede contestarla –algo así dije- y seguí: Yo creo que el diseño sustentable opera para una élite, es decir, no todos pueden pagar su valor. Usted como parte de la academia, podría decirme si están reflexionando acerca de cómo desarrollar estrategias para lograr un diseño sostenible que realmente llegue a más personas y que suceda una especie de democratización de lo sustentable. Esa es mi pregunta, muchas gracias”.
Ahora el momento de la respuesta: “Me parece que decir que el diseño sustentable no está al alcance de todos es algo caduco… Tienes a –nombre de marca reconocida de moda rápida- y a –otro nombre de marca reconocida de moda rápida- que diseñan camisetas de algodón orgánico a precios accesibles”… Estas últimas líneas quedaron resonando en mi cabeza, en ese momento se detuvo todo y mientras hablaba me miraba y la miré y me tapé la boca con la mano –eso es algo que hago cuando escucho algo en lo que no estoy de acuerdo-

Recuerdo que inmediatamente miré a uno de los organizadores de la conferencia para ver si compartíamos algún gesto de descontento ante la respuesta que habíamos acabado de escuchar… ¿En serio? ¿Nos acabas de recomendar como opción sustentable a dos marcas que sabemos que son las que están haciendo las cosas muy mal? Esa fue la última pregunta y la última respuesta.

Salimos a un receso y con mis compañeras comentamos acerca de su respuesta. Como dijo una de ellas, esta es la “elite pensante” de la movida sustentable a nivel global. Claramente su respuesta fue realmente inesperada y me sentí tan indignada y defraudada que luego del receso, volví a mi lugar y me di cuenta que aquella expositora estaba sentada justo a mi lado y empecé un dialogo interno de “pregúntale por qué te dio esa respuesta, por qué mencionó a esas marcas cuando sabemos que esa supuesta acción sustentable que hacen es una cortina de humo -el llamado “Greenwashing” o “lavado verde”- para esconder la oscura realidad de su sistema de producción…” Pero decidí serenarme porque al final esa fue su opinión y es válida y respetable.

Luego, en un intento de encontrarle una justificación a su respuesta, recordé que la universidad de la que ella forma parte, tiene un convenio de auspicio para nuevos diseñadores con una de estas marcas… Listo. No hay nada más que decir. Misterio resuelto.

Llegué a casa con mi cabeza confundida; lo hablé con un par de amigos, cociné, empezó a dolerme la espalda, en fin… Es que no podía creer que aquella persona que es parte de esta institución que admiro y respeto mucho me haya dado esa respuesta. Pero eso no es todo, mi decepción va por otro lado, porque si profundizamos un poco más, esa respuesta dejó en evidencia un asunto de complicidad o alianza de poder entre instituciones,  y el sólo hecho de pensarlo me provoca terror.

Probablemente estoy magnificando el asunto pero al menos, en esta etapa donde como diseñadora me encuentro en una postura crítica frente al concepto de lo sustentable o al menos lo que nos venden como tal, con esta experiencia estoy en un estado de descreimiento y una toma de consciencia y decir yo no quiero ser parte de esto.

Y todo este relato me llevó a pensar en la manera en que podemos evitar ese camino y tomar otras alternativas. Tampoco esto es un intento de demonizar a estas marcas porque es cierto que nos permiten acercarnos a lo último de la moda a precios accesibles, pero al menos podemos empezar a disminuir nuestro consumo en aquellas tiendas y poco a poco cultivar hábitos de consumo más sanos, buscando otras alternativas que nos den la posibilidad de comprar y consumir ropa de manera limpia y responsable. Así que pensé en estas opciones:

-Volver a la ropa a medida: Recurrir a la modista o el sastre de barrio para que confeccione nuestras prendas. Basta con acudir a ellos con una foto o idea de la prenda que queremos y nos aconsejarán acerca del tipo de tela adecuada para la prenda y la cantidad que necesitaremos para hacerla.

-Comprar diseño local: A veces me cuesta entender como alguien prefiere comprar una prenda a una de estas marcas de moda rápida cuando por el mismo precio o un poco más puedes comprar algo firmado por un diseñador. Se curios@ e investiga sobre las marcas y diseñadores de tu ciudad; visítalos, encuentra uno que simpatice con tu gusto y compra sus productos.

-Compra artesanal: Los mercados artesanales son uno de esos lugares donde puedes encontrar tesoros preciosos inesperados; desde joyería, calzado y marroquinería elaborada por artesanos locales. Cien por ciento hecho a mano lo que garantiza que estás adquiriendo una pieza original y única.


-Tiendas vintage: En este tipo de tiendas encontrarás prendas de segunda mano en buen estado y a precios razonables. Las recomiendo especialmente para encontrar prendas de sastrería como blazers o tapados para el invierno. 


Apuntes Sobre La Elegancia


Por: Sasha Santamaría 




¿Cómo escribir sobre algo que resulta casi imposible de definir? La elegancia, ha sido una idea que ha inquietado desde siempre a filósofos, pintores, diseñadores y demás hacedores de la belleza. Uno de estos pensadores es *Honoré de Balzac quien en su libro “Tratado de la Vida Elegante”, menciona algunas definiciones de esta gran palabra y entre todas aquellas esta es la que más me agradó: “La elegancia es la nobleza transportada a las cosas”.

Esta frase me pareció cercana a la idea que tengo acerca de esta palabra porque propone a la elegancia no como algo relacionado con lo superficial sino con una virtud. Sucede que en el imaginario colectivo -por alguna razón equivocada-, a la  elegancia se la relaciona con  vestir ropa costosa de una marca de renombre o con tener el último accesorio de moda y no, no, no y no. Es decir, en parte sí, porque un lindo vestido hecho con una linda tela que abraza bellamente nuestra figura seguramente nos hará ver mejor; pero esto es sólo una parte; es la envoltura, y esto solo no es suficiente para alcanzar la elegancia. Digamos que sería un complemento, pero no un detalle vital.

Para darles un ejemplo, voy a contarles la historia de una bella señora que la vida me dio la suerte de conocer. La llamaremos Estela. Ella, por cuestiones del destino, vive en un lugar bastante austero y de ambiente hostil. Es una señora de unos cincuenta años de unos grandes y vivaces ojos verdes casi celestes enmarcados por unas cejas frondosas a lo Brooke Shields. Es que yo la veo y la imagino de joven; hermosa y los chicos muertos por ella. Estela es madre y abuela y además cuenta con un profesorado en Bellas Artes.

Cada vez que la recuerdo pienso en su situación, pienso que ciertas condiciones de nuestra vida se dan simplemente por haber tenido la suerte de haber nacido con “una buena estrella”. Y cuando la veo, cuando voy a visitarla a ese lugar tan opuesto a su ser digo “Ella es como una reina viviendo en un pantano”.  Y sí, es que es una reina por la delicadeza de sus modos, la dignidad de su porte y la altura y fortaleza con la que afronta cada momento de su vida. ¿Ven? Esto es a lo que me refiero.

Si bien en su apariencia no hay rastro alguno de objetos costosos o de última moda, es su ser, eso que viene de adentro que brilla, inunda y encanta a todo lo que le rodea, esa cosa encantadora que no puedes definirla pero te sobrecoge y te impacta. La elegancia del corazón como dijo Yves Saint Laurent.

Y así como Estela, me he encontrado con grandes personas –o trato de encontrarlas- o he visto escenas de la vida diaria que me ayudan a pulir y definir mi idea acerca de lo que realmente es ser elegante, y lo que tienen en común es una grandeza y sofisticación de espíritu que supera su apariencia material, haciendo que todo lo que hagan o digan sea como una brisa agradable que emociona los sentidos.

Ya que trazamos una idea acerca de lo que significa la elegancia desde el ser, ahora ¿cómo lograr ser elegante en el vestir? Simplemente recurriendo a la sencillez, a la armonía tanto de colores como de texturas y accesorios,  siendo discretos con los logos de las marcas, buscando el equilibrio con el uso de estampados o colores llamativos para que la ropa no nos opaque y finalmente; usar prendas que sean amables con nuestro tipo de cuerpo y que resalten nuestra personalidad.


*Si les interesa la literatura sobre moda les recomiendo este libro, es de fácil lectura y además tiene un humor muy cómico.