Por: Sasha Santamaría
Despedimos agosto hablando de una
de las modistas más importantes de la historia de la moda; Gabrielle “Coco”
Chanel, puesto que en este mes se celebra su fecha de nacimiento.
Tanto se ha dicho sobre su vida
privada, sus orígenes humildes, su infancia hostil y su agitada vida
sentimental. Sin embargo, las bases de su leyenda se cimentan en las
contribuciones que legó al vestir femenino y que aún, luego de casi ochenta
años, se presentan actuales y sofisticadas, siendo una de ellas el pequeño vestido
negro o little black dress (LBD).
Otro de los hitos que se le atribuye –disputado también por el modisto
Paul Poiret- es la liberación de la mujer del corsé, vestigio de la
indumentaria de la belle époque.
Relegar el uso de aquella prenda
que constreñía el cuerpo de la mujer y le impedía moverse libremente, fue una
idea que Chanel concretó mediante la creación de una silueta rectangular que facilitaba
el movimiento.
Recordemos que corrían los tiempos
de la Primera Guerra Mundial, los hombres se preparaban para ir al combate y
las mujeres debían reemplazarlos en sus actividades laborales. El clima de
época exigía una indumentaria que posibilite la acción y Chanel supo percibir
esa necesidad y materializarla en un nuevo estilo que proclamaba comodidad y
funcionalidad; tomando distancia del ornamento excesivo de la belle époque.
Otro aspecto tan poco difundido y
que ayudó a moldear esta estética, fue el surgimiento del movimiento moderno en
la arquitectura, que al igual que la moda de Chanel, sucedió en las primeras décadas
del siglo XX. Contrario al ornamento naturalista y estilo hiper decorado de su
antecesor el art nuvó, esta nueva
corriente apelaba a la belleza de la forma geométrica pura y la simplicidad.
Frases como “menos es más” o “la forma sigue a la función” sintetizan las
intenciones de su propuesta y, la moda de Gabrielle Chanel adhirió a aquellos
postulados, configurando un vestir de líneas rectangulares que ocultaban las formas
femeninas, al igual que las construcciones modernas desprovistas de curvas.
Probablemente, aquella negación
de los contornos femeninos fue una estrategia de Chanel para que en este nuevo
ámbito laboral que la mujer debía enfrentar, su cuerpo permanezca resguardado y
se la considere por sus habilidades y no se tratara de cosificarla por la
sensualidad de su figura.
Esto no es más que una muestra de
que la arquitectura y la indumentaria comparten una misión; proveer contención
al ser humano. La primera, a través de un espacio y la segunda mediante el
vestido. También nos enseña que sin lugar a dudas, Chanel como diseñadora, supo
ser una exquisita y hábil traductora del espíritu estético y social de su
tiempo.
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